Ulises, el espejo y las vacas. Segunda parte de la Odisea



Venid, amigos míos,
aún no es demasiado tarde para buscar nuevos mundos.
Desatracad y, bien sentados en orden, golpead
las sonoras olas; mi propósito es 
navegar más allá de la puesta del Sol, y de las bañeras
de todas las estrellas del oeste, hasta que llegue mi hora. 
¡Puede que los abismos nos arrastren!
Puede que lleguemos hasta las islas Felices,
y veamos al gran Aquiles, al cual conocíamos.
Aunque muchas cosas necesitemos, y mucho tengamos que soportar,
y aunque ya no tengamos fuerza que en los antiguos días
movía cielo y tierra; lo que somos, somos.
Un mismo temple de corazones heroicos,
debilitados por el tiempo y el destino, pero fuertes en deseos
de esforzarnos, de buscar, de encontrar y de no rendirnos. 

                              
                                                                              Lord Tennyson,  Poemas,"Ulises"

    Pues bien, en la etapa de regreso de mi pequeña odisea había ya terminado de leer el libro de Jung y comenzado El Alma de Hegel y las vacas de Wisconsin.
    A decir verdad, el tono del autor me resultaba un poco fastidioso, pero no tenía otro modo de pasar mis largas esperas aeroportuarias, y seguí leyendo. Encontré cierto desprecio postmoderno por el arte y la tradición , y algo de regodeo en la crisis de sentido actual. Me parecía que se llenaba la boca hablando del consumo del arte y que se despachaba con argumentos sociológicos y de clase, la música clásica, que él prefiere llamar música culta, y respecto a la cual afirma: "Entre tanto ha desaparecido el sujeto social de esa fórmula: la burguesía decimonónica; han decaído las palabras que la componen: ¿sabe alguien lo que significa "espíritu"?"
    Sufriendo un poco, pero respetando, el lugar en el que el autor se sitúa, encontré algo interesante: una crítica a lo que él denomina Música Nueva, y que yo en mi desconocimiento, he llamado siempre música clásica contemporánea.
    Dicha música nació en la primera mitad del siglo XX, en la Segunda Escuela de Viena. "En teoría, precisamente esa música debería ser el lugar de encuentro entre música culta y modernidad. Pero no lo es. Es más bien, y en ello estoy de acuerdo con el autor, un "intrincado absurdo", "una acrobacia de la inteligencia" "incapaz de reencontrar las vías de lo real". Parece que hablemos del Ulises de Joyce.
    Y continúa: "Puesto que el viaje no tiene sentido y el precio es cada vez más alto, ¿por qué no se levanta alguien y pide amablemente que se acabe con ello de una vez por todas?"
    El autor no puede hacerlo, pues él mismo está situado en el lugar que se lo impide, a saber: "El problema es tener que trabajar sobre un material que se apoyaba sobre categorías, valores e ideales que resultan, al momento, pulverizados. La modernidad ha suspendido consignas como progreso, transcendencia, verdad, espiritualidad, sentimiento, forma, sujeto". Cierto es, la modernidad las suspendió, pero no deberíamos dejar que la atrocidad de las guerras destruyan el hilo de la historia.


       Las vanguardias artísticas expresaron el espíritu de su época. Una consciencia rota que se refugió en el lenguaje como si fuera un espejo en el que mirarse y protegerse del mundo exterior.Ya había alcanzado la humanidad unas altas cotas de sentido cuando se produjeron las guerras mundiales, pero la libertad aún no era del todo real. Éstas supusieron una verdadera fractura para la conciencia y una prueba de fuego para la continuidad de nuestro relato, la historia universal.
    Para que la Odisea sea real, o una obra cumbre de la literatura universal, y no una ficción barata, la posibilidad del sinsentido debe estar a su altura. El espíritu sólo es libre si existen ambas opciones. La posibilidad de perder el alma siempre ha acompañado al ser humano, pero desde la modernidad, es el alma de la misma humanidad, el espíritu mismo, el que se asoma al abismo. Y así, pudiendo elegir, es como se conquista la libertad.
     La posibilidad real de la destrucción del planeta debería hacernos más libres. Pero en cambio, si el espíritu se detiene como Narciso ante el espejo, y se instala, con Deleuze y Guattari, en la superficie de de ese cuerpo sin órganos, entonces perpetuamos esa "intuición psicológica de Joyce" a la que aludimos en la primera parte. Ese instalarse en el sinsentido es lo que entiendo por postmodernidad.
    Era necesario, pero ya es hora de volver a construir, o mejor, de reconstruir desde nuestros propios cimientos. En palabras de Baricco, "Vivir la modernidad es resistirla. Construirla y no solamente consumirla".
    Es muy saludable escuchar de vez en cuando "Anarchy in the UK" de los Sex Pistols, pero, ¿por qué la producción de leche de las vacas de Wisconsin, cuando escuchan música sinfónica, aumenta en un 7,5 por ciento? No parece que ellas sean muy postmodernas...

Comentarios

Entradas populares